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dc.contributor.authorMarina, José Antonio
dc.contributor.authorPellicerQ, Carmen
dc.contributor.authorManso, Jesús
dc.date.accessioned2016-07-08T20:33:36Z
dc.date.available2016-07-08T20:33:36Z
dc.date.issued2015-12
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/20.500.12799/4621
dc.description.abstractLa escuela va a adquirir un nuevo protagonismo y unas nuevas responsabilidades, y tiene que prepararse para ello. Durante siglos, fue un mero instrumento de transmisión. La sociedad le indicaba lo que debía transmitir a las futuras generaciones. En ese sentido, tiene razón Pierre Bourdieu cuando habla de la función “reproductiva” de la educación, que se limita a reproducir lo que las élites prescriptoras deciden que es importante. Pero en este momento, la sociedad necesita un sistema educativo más consciente de sí mismo, de su protagonismo y responsabilidad social. Su misión es formar a las nuevas generaciones, y en muchos casos también protegerlas, porque para muchos niños es el único reducto acogedor, su única esperanza. Somos trampolín que los eleva y red de seguridad que los protege. Ampliamos sus posibilidades, sin lanzarles al vacío. La educación básica, no universitaria, se configura como un campo de excepcional importancia y complejidad, que necesita elaborar un corpus propio de conocimientos y de buenas prácticas, surgido desde el aula, capaz de aprovechar los conocimientos que proceden de las ciencias, de la tecnología, de las humanidades, pero organizándolos con una finalidad propia. “La nueva misión para las escuelas es alcanzar un 90 ó 95% de éxito. Eso es lo que necesitan las sociedades para progresar en el complejo mundo del siglo XXI. Y la meta no son solo los niveles de alfabetización o de conocimientos aritméticos. Se trata de aprender a aprender, de llegar a ser pensadores y aprendices autónomos, de resolver problemas, trabajar en equipo, conocer la realidad, se trata de adaptabilidad en un mundo global de tecnologías, conflicto y complejidad. Se trata de la alegría de aprender y del placer de usar lo aprendido en todos los aspectos de la vida.” Para alcanzar esas metas, los docentes tienen que reformular su profesión como una “profesión de élite”. Este Libro Blanco, que al insistir en la necesidad de cambiar parece que está poniendo en tela de juicio la capacidad de los docentes actuales, en realidad está confiando en su talento para evolucionar, para aprender y reinventar sus competencias. La escuela tiene que mejorar desde la escuela. Tiene que convertirse en una organización que aprende. Los docentes debemos emprender el cambio educativo, elaborar nuestras propias propuestas teóricas y prácticas, para hacer que la sociedad sienta que la educación de nuestros niños y adolescentes está en buenas manos. Para hacer esto posible, necesitamos reactivar el impulso ético que debe regir la actividad del docente. Sin él, de poco servirán reglamentos, incentivos o sanciones.es_ES
dc.language.isospaes_ES
dc.publisherMinisterio de Educaciónes_ES
dc.rightsinfo:eu-repo/semantics/openAccesses_ES
dc.sourceMINISTERIO DE EDUCACIONes_ES
dc.sourceMINISTERIO DE EDUCACIONes_ES
dc.subjectFormación docentees_ES
dc.subjectPolítica educativaes_ES
dc.subjectEspañaes_ES
dc.subjectEvaluación del rendimiento escolares_ES
dc.subjectEvaluaciones internacionaleses_ES
dc.subjectEficiencia de la educaciónes_ES
dc.subjectSatisfacción en el trabajoes_ES
dc.subjectActitud del docentees_ES
dc.subjectPapel del docentees_ES
dc.titleLibro blanco de la profesión docente y su entorno escolares_ES
dc.typeLibroes_ES


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