Educación que rinde : mujeres, trabajo y cuidado infantil en América Latina y el Caribe. Resumen
Abstract
En décadas recientes, los países en América Latina y el Caribe (ALC) han invertido una cantidad sustanciosa de recursos en la educación de las niñas.1 Como resultado, la brecha de género en la matrícula para la escuela primaria ha desaparecido y en la escuela secundaria ha disminuido significativamente. Las mejoras en materia de logros académicos arrojan resultados aún más prominentes: desde mediados de la década de 1960, la brecha de género se revirtió y actualmente, en muchos países, hay más niñas que niños completando los distintos niveles educativos (Ñopo, 2012). Para poder capitalizar los beneficios de este enorme esfuerzo, la región necesita ir más allá: los gobiernos tienen que lograr que ingresen más graduadas en la fuerza laboral para poder sacar el máximo rendimiento a esta inversión. Actualmente, en ALC hay casi 46 millones de mujeres de 25 años de edad o más con algún nivel de estudios terminado pero que están fuera del mercado laboral. Existen poderosas razones económicas para promover la participación femenina en el trabajo asalariado: la región se encuentra en una situación subóptima en cuanto al uso que está haciendo de su capital humano, y este debería ser un componente clave de cualquier agenda de productividad y crecimiento. El análisis de trayectorias educativas y laborales recolectadas a través de encuestas de hogares brinda evidencia particularmente interesante (véase el anexo 1A): invertir en la educación de las niñas tiene sus frutos, ya que las beneficiarias de esta inversión están más activas en el mercado laboral (el 70% de las mujeres con estudios terciarios están activas versus el 40% de las que solo han terminado la primaria). Sin embargo, el acceso a la educación no es suficiente. El componente sectorial (o la concentración de mujeres en sectores de baja productividad) también afecta los índices de empleabilidad y salarios, lo que crea desigualdades importantes entre hombres y mujeres. Pero una vez más esto solo explica parte de la ecuación de baja participación/bajo ingreso. Si bien la brecha de participación en el mercado laboral está presente durante todo el ciclo de vida, se amplía durante los años fértiles. La mayor parte de la población fuera del mercado laboral está formada por mujeres de entre 24 y 45 años. Este grupo, que concentra la proporción más grande del capital humano disponible y no aprovechado que tienen los países, es justamente el que tiene la mayor parte de madres con niños pequeños. Los estudios que analizan este tema coinciden de manera contundente en que uno de los factores clave detrás de la brecha de género en participación y oportunidades económicas es la demanda desproporcionada del tiempo de las mujeres por actividades de cuidado (FMI, 2013; OIT, 2013; Ñopo, 2012; Banco Mundial, 2012). En este libro se sostiene que la presencia de más y mejores servicios de guardería es una opción fundamental de política pública para incrementar la oferta de mano de obra femenina. Pero para ello los países deben prestarles particular atención al diseño y a las características de dichos servicios (Blau y Hagy, 1998; Ribar, 1995). La hipótesis central es que el éxito de las políticas de cuidado infantil depende de sus niveles de uso, y esto a su vez depende de cómo se integren en los programas ofertados los aspectos de calidad y conveniencia. Por muy bueno que sea un programa educativo será desperdiciado si los niños no están inscriptos o no asisten a los centros porque están muy lejos, cuestan muy caros, o los horarios no son compatibles con la jornada laboral de la madre.