dc.description.abstract | Los dos primeros capítulos de los ocho que conforman el libro —“¿Cómo abordar el estudio de las inequidades de género en el mundo académico?”, de Lorena Alcázar y María Balarin, del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), y “El entorno de la investigación social en el Perú”, de Alcázar, Balarin y Aurora Escudero, también de GRADE— nos proveen, por un lado, de una discusión conceptual sobre cómo abordar la problemática de género en el mundo académico y de la investigación; y por otro, de una discusión sobre las características del contexto académico y de investigación en el Perú. Estos dos capítulos enmarcan la lectura de los posteriores. La mirada al contexto nacional importa especialmente dada su precariedad en términos de políticas, financiamiento y características institucionales, algo que si bien afecta a mujeres y hombres, profundiza las diferencias de género en el mundo académico y de la investigación. tercer capítulo, “Oportunidades y barreras en la trayectoria de las científicas sociales peruanas”, elaborado por Lorena Alcázar, María Balarin y Andrea Román, de GRADE, es un estudio de metodología mixta que combina el análisis de bases de datos secundarias —como las del Censo Nacional Universitario (CENEUN) y las del Directorio Nacional de Investigadores e Innovadores (DINA)— con la aplicación de una encuesta propia sobre trayectorias, barreras y oportunidades en la carrera académica y de investigación, administrada a una muestra de 457 profesionales, hombres y mujeres de universidades y de centros de investigación públicos y privados, de Lima y de otras provincias. Las autoras trabajan, además, con entrevistas en profundidad que sostuvieron con investigadoras situadas en diferentes universidades y centros de investigación del país. El estudio ofrece una mirada detallada y explicaciones sobre las principales barreras y oportunidades que las académicas e investigadoras peruanas enfrentan durante el ejercicio de sus carreras, y cómo sus trayectorias en las ciencias sociales se comparan con las de sus pares hombres. Confirma las disparidades en el acceso a puestos y salarios, así como a los espacios de debate académico y mediático, y plantea que tales disparidades se explican por la existencia de prácticas institucionales que tienden a favorecer a los hombres, por la desigual división del trabajo doméstico y del cuidado de otras personas, y por la existencia de mecanismos sutiles de discriminación. Desde su concepción, se pensó que este estudio también proveería de contexto a los otros capítulos, en tanto que presenta un análisis panorámico y detallado de la situación de las científicas sociales en el Perú. El cuarto capítulo, “Mujeres en carreras científicas: una aproximación antropológica desde las narrativas y trayectorias de vida de científicas sociales peruanas”, elaborado por Patricia Ames, del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y Norma Correa, de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), emplea una perspectiva metodológica cualitativa para explorar las trayectorias personales y profesionales de un grupo de destacadas científicas sociales peruanas desde sus propias narrativas. Las autoras analizan sus variadas rutas y trayectorias, así como los factores que contribuyeron a su desarrollo profesional, los desafíos y retos que enfrentaron, y las oportunidades que hallaron en el camino. La selección de las participantes permite a las autoras analizar la experiencia de mujeres de distintas especialidades y generaciones. Si bien identifican cambios importantes entre generaciones, tales como un mayor acceso a estudios y becas, postergación de la maternidad y determinación más temprana hacia la investigación, también constatan la persistencia de barreras como la desigual distribución del trabajo doméstico, que sigue concentrándose en las mujeres —lo que en la práctica las obliga a una doble jornada— y los mecanismos sutiles (y no tanto) de discriminación en el ámbito académico. Así, el estudio profundiza en varios de los hallazgos presentados en el primer capítulo, los complementa y provee importantes detalles que permiten comprender mejor cómo aquellas barreras y la necesidad del pluriempleo en contextos de relativa precariedad laboral afectan la trayectoria de las mujeres académicas. El capítulo quinto, de Erika Busse, de Macalester College, y Roxana Barrantes, del IEP y la PUCP, se enfoca en la situación de las economistas, carrera en la que se observan las inequidades más marcadas en comparación con otras de las ciencias sociales. Las autoras muestran que si bien en las últimas décadas hay un incremento de la participación de estudiantes mujeres en la carrera de economía, este no se traduce en su mayor participación en la docencia. Para contribuir a la comprensión de esta problemática analizan los factores del ámbito de la academia que podrían explicar el bajo porcentaje de docentes mujeres nombradas en los departamentos de economía. El estudio, titulado “Regímenes de inequidad: docentes economistas y proceso de nombramiento y promoción en universidades públicas y privadas en tres regiones del Perú”, se basa en entrevistas sostenidas con docentes mujeres y hombres, de universidades públicas y privadas de Lima y de dos regiones más del país (Arequipa y Piura), en las que las autoras indagan sobre las experiencias en la carrera docente, especialmente durante el proceso de nombramiento y promoción, para identificar factores restrictivos o facilitadores del ascenso. El estudio identifica dos mecanismos importantes —la reproducción de prácticas de contratación de egresados de sus propias casas de estudios y la masculinización de la carrera— que llevan a que, por ejemplo, a las mujeres se les asignen roles en comisiones o actividades relacionadas con estudiantes y en áreas de la carrera menos valoradas por sus pares hombres. A partir de sus hallazgos, las autoras concluyen que parece haberse naturalizado la baja participación de las mujeres en la carrera académica de economía y que, por lo tanto, esto se hace invisible a los ojos de los docentes hombres (y de algunas mujeres). Tal situación, plantean las autoras, requiere acciones concretas para revertir la situación, tales como mecanismos de discriminación positiva. Los siguientes dos capítulos del libro exploran la situación de las mujeres jóvenes que se proyectan o que se han insertado recientemente en carreras académicas o de investigación. María Fernanda Rodríguez y Karen Espinoza, ambas de GRADE, analizan, en el capítulo 6, “¿Dedicarse a la investigación? Barreras, oportunidades y expectativas de las jóvenes de sociología y economía de la PUCP”, los procesos de inserción al mundo académico de egresadas de las carreras mencionadas. Las autoras encuentran que, a pesar de que el porcentaje de egresadas que se dedican a la investigación es equiparable al de hombres, persisten barreras que afectan a las mujeres, en especial a las economistas. Asimismo, en la planificación del futuro, aún pesa la dificultad de compatibilizar la maternidad con los hitos académicos. Advierten, sin embargo, que las barreras basadas en el género se asientan en dificultades estructurales transversales al estudiantado en general —espacio y acceso limitado a puestos de investigación y bajos salarios en comparación con otros empleos—, que adquieren peso al decidir la continuidad de la trayectoria. En este terreno, el capital social —heredado y forjado— es crucial para la inserción en la academia, así como la vocación y el interés por la investigación. Finalmente, identifican que la mentoría, desde la universidad, es una oportunidad potencial para incentivar la investigación y evitar las deserciones, pero que el acceso es restringido y las experiencias son heterogéneas. El capítulo 7, de Yamilé Guibert y Andrea Román —“¿Insertándose al mundo académico? Mujeres jóvenes en la docencia universitaria”— explora la etapa inicial de ingreso al mundo académico de mujeres jóvenes, menores de 30 años, docentes y predocentes de ciencias sociales en dos universidades peruanas. Mediante estadísticas sobre la disparidad entre docentes hombres y mujeres en la universidad peruana e información proveniente de quince entrevistas, identifican las características del proceso de inserción a la vida laboral académica analizando las trayectorias de las jóvenes como estudiantes y sus experiencias laborales, además de sus expectativas. Los resultados muestran que ellas se enfrentan a experiencias de discriminación sutiles que marcan sus expectativas y la forma como entienden el espacio universitario; experiencias que, combinadas con la falta de mecanismos formales de las instituciones para generar igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, pueden desmotivar su interés por permanecer en la vida académica. El último capítulo, “Políticas de igualdad de género en el mundo académico”, elaborado por Patricia Ruiz-Bravo y Jimena Sánchez, ambas de la PUCP, busca proveer una reflexión acerca de qué hacer en el terreno institucional y de las políticas públicas para enfrentar la problemática de género en el mundo académico. Las autoras analizan de manera comparada las políticas de igualdad de género aplicadas por instituciones de educación superior en el mundo, y a partir de ello plantean una tipología de tales políticas: las que buscan cerrar brechas y combatir estereotipos de género, las que buscan facilitar la conciliación de la vida laboral y privada, y las que se enfocan en eliminar la violencia contra las mujeres. Además de considerar la viabilidad política y el costo potencial de implementar políticas, las autoras plantean una importante reflexión acerca de la necesidad de llevar adelante esfuerzos que permitan pasar de los enunciados formales —es decir, del papel— a los cambios culturales que se requieren para que la igualdad de género sea una realidad en el mundo académico. | es_ES |