Evaluación del aprendizaje y para el aprendizaje : reinventar la evaluación en el aula
Abstract
El capítulo 1 alude a un cambio fundamental en la forma de concebir la evaluación, que implica transitar de la evaluación del aprendizaje hacia la evaluación para el aprendizaje. Es necesario destacar que no se trata sólo de un cambio en el lenguaje, en la forma de denominar las cosas, sino del sentido y atribuciones que se le asignan a la evaluación. Se trata de una visión más potente de la evaluación, que es concebida como una fuente de experiencias de aprendizaje. Como la materia prima de la evaluación del aprendizaje es, precisamente, el aprendizaje, en este capítulo se asume un concepto de éste, el cual es coherente con la visión de la evaluación que se defiende. Ahí se distinguen dos enfoques de aprendizaje: profundo y superficial. Se desarrolla el vínculo existente entre la evaluación y el aprendizaje a largo plazo, así como el papel que la evaluación puede cumplir en la promoción del aprendizaje permanente, éste último, un elemento considerado muy importante en la llamada sociedad del conocimiento que se caracteriza por el cambio constante en todos los órdenes de la vida. La evaluación como proceso, mientras ocurre, puede ser altamente formativa, lo que significa que no sólo debe servir para verificar el aprendizaje adquirido, sino que puede traer grandes beneficios para el evaluado. No se trata de reemplazar la evaluación del aprendizaje por una evaluación para el aprendizaje, sino de encontrar un balance entre ambas, buscando potenciar la segunda, toda vez que su presencia es aún incipiente en la mayoría de las escuelas. En este capítulo también se abordan las perspectivas internacionales de la evaluación para el aprendizaje, entre las cuales se encuentran: evaluación interactiva, evaluación alternativa, evaluación formativa y sumativa, evaluación para el aprendizaje, evaluación sostenible y evaluación de competencias. En el capítulo 2 se hace un análisis de tres miradas distintas sobre la evaluación: como tecnología, como práctica cultural y como práctica socio-política, al tiempo que se admite que en la realidad todas ellas se encuentran presentes –al menos parcialmente– en las prácticas evaluativas. No obstante, la evaluación como tecnología continúa mostrando cierto dominio del campo. Esto es comprensible toda vez que encaja mejor con un enfoque tecnocrático de la educación como el que impera en la actualidad en muchos sistemas educativos en el mundo, incluido, por supuesto, el nuestro. El capítulo 3 comprende el papel de la motivación y la retroalimentación en la evaluación. Se trata de dos conceptos centrales en educación que están inextricablemente relacionados, por lo que su comprensión resulta fundamental para obtener mejores beneficios de la evaluación. Quizá nunca se insistirá lo suficiente en la idea de que la evaluación, por la fuerte influencia que ejerce en el ethos de las escuelas y las implicaciones que tiene en la vida de las personas, entre otras razones, puede ser un medio que despierte el interés y la motivación para aprender o bien puede convertirse en el principal obstáculo para promover el aprendizaje. Hay temas a los que se hace referencia habitualmente, pero que pocas veces se desarrollan de forma amplia en los textos que tratan sobre la evaluación del aprendizaje, tal es el caso de la retroalimentación y su importancia para el aprendizaje. En esta sección se analiza con mayor detalle cómo los docentes pueden, mediante la evaluación, conseguir una retroalimentación más sostenible, es decir, una retroalimentación de alto valor. También se ofrecen algunas ideas para mejorar la congruencia entre la orientación y la retroalimentación. En el capítulo 4 se establece la distinción entre evaluación formativa y sumativa, pero se avanza un paso más, al señalar los retos que aún afrontan estos tipos de evaluación. Aunque se desarrollan ambas, se profundiza en la evaluación formativa (tipos, elementos, enfoque, condiciones requeridas para su implementación, su relación con la evaluación sostenible) por los beneficios que tiene para el aprendizaje. También se incluyen algunos procedimientos para la evaluación formativa. Se trata de un aporte de corte metodológico en el que el lector podrá ahondar en algunas propuestas concretas de evaluación que seguramente ya conoce e incluso ha implementado en el aula, pero de las que puede sacar un provecho aún mayor. Estos procedimientos son el interrogatorio, la retroalimentación mediante las calificaciones, la coevaluación y la autoevaluación. Tales propuestas de evaluación tienen la virtud de que bien empleadas pueden contribuir a generar procesos de aprendizaje valiosos. Los dos capítulos siguientes de esta obra están dedicados principalmente al tratamiento de la dimensión metodológica de la evaluación desde una perspectiva cualitativa. En el capítulo 5 se abordan algunas de las técnicas y estrategias de evaluación
más habituales: observación, entrevista, encuesta, trabajos de los alumnos, portafolio de evidencias, exposiciones, exámenes, anecdotario, lista de control, cuestionario, sociograma, psicograma, diario del alumno, grabaciones y rúbricas. No podíamos dejar de incluir en esta obra un apartado dedicado al tema de la evaluación de las competencias, dada la importancia que el enfoque de competencias ha cobrado en las dos últimas décadas en todo el mundo, y particularmente, en el sistema educativo mexicano, cuyas reformas curriculares emprendidas en años recientes –las cuales comprenden desde el nivel preescolar hasta la educación superior– se basan en este enfoque. Así, en el capítulo 6, luego de hacer un breve repaso de la transición de la evaluación convencional –al menos en el plano del discurso– a una evaluación inscrita en un currículum basado en competencias (o por competencias), se pasa a sugerir algunas orientaciones metodológicas para la evaluación del aprendizaje de competencias. Por último, aunque no por ello menos importante, en el capítulo 7 se explora un asunto que generalmente se soslaya en las publicaciones sobre esta temática, como es el papel y las implicaciones de la ética en la evaluación. Se reconoce que las prácticas educativas son prácticas sociales, y por consiguiente, la dimensión ética es ineludible. Se reflexiona acerca de la responsabilidad social del docente como evaluador y su importancia con relación a los juicios de valor que formula respecto a la actuación y desempeño de sus evaluados. A modo de colofón se incluye un apartado de reflexiones finales, el cual representa un esfuerzo de síntesis de las principales ideas vertidas en cada uno de los apartados que conforman la obra, las cuales están aderezadas con reflexiones acerca de las implicaciones para el cambio y la reforma educativa, con particular énfasis en la reforma de la evaluación.